Porque todo es una pequeña gran mentira, una bola tan redonda o escarpada como se quiera; un queso que algunos ratones disfrutan y otros esperan recibir en la supuesta Cesta de Navidad que ya no se lleva en la mayoría de las empresas (por la crisis, dicen), pero que los grandes ejecutivos se han adjudicado convertida en dinero que se esconde en sobres poco transparentes.
Porque todo es una patraña que de manera cíclica nos explota en las narices y que nosotros, poniendo cara de póker, intentamos asumir, vomitar, publicar, esconder, considerar o ignorar, según el color desde donde lo miremos, la rabia, la hipocresía, la generosidad, la frustración, la bondad,… que nos anime y las armas que tengamos a nuestro alcance.
Porque Celaya escribió para momentos como este, su hermoso poema “La poesía es un arma cargada de futuro” y podemos aprehenderlo en nuestra humilde alma de poetas y, sintiéndonos tan diminutos como una nanopartícula, pensamos sinceramente en que la palabra salva y la poesía traduce simbólicamente aquello que se nos clava y no podemos asumir así, simplemente, como cualquier gesto rutinario.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
[…]
Y la sonrisa se nos congela en la cara, y la belleza se nos deshace entre las manos, y la esperanza se ha quedado encerrada en un pozo tapiado en el que ya no se refleja ni el eco de la voz.
Porque creemos que escribir poesía es un acto de honestidad con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Porque compartir lo más sincero de nosotros es un acto de fe en la grandeza del ser humano, porque todos necesitamos abrazos y belleza para sostenernos y, por eso, consideramos y gritamos que las palabras:
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
POR TODO ELLO, LA POESÍA NO DA MIEDO, DA OXÍGENO.